Nadan.

Se encierran esos deseos, se reprimen, se aguantan, se dejan dentro. Prohibiéndoles la salida, como cuando uno aguanta un estornudo. Saltamos sobre esa explosión instintiva, como saltando sobre una granada. Pero, como hace el agua con un dique mal hecho, ellos rompen cualquier barrera que le pongamos, los deseos están acostumbrados a ser, están acostumbrados a escaparse, a ser libres, a controlarnos.
Desbordando deseos vamos, se nos escapan, mientras rodamos, mientras tratamos de meterlos dentro de nuevo. ¡Que nadie vea nuestros deseos salírsenos!
¡Que nadie sepa que se nos escapan!
Hay que encontrarlos de nuevo, que no se pierda ninguno.
¡Fueron libres unos instantes! Quizás ellos fueron libres, o los dejamos ser libres, de cualquier manera, hay que encontrarlos, hay que obligarlos a volver.
Se encierran esos deseos, se reprimen, se aguantan, se dejan dentro. Prohibiéndoles la salida, como cuando uno aguanta un estornudo.


...pero no confío en los deseos.